Sonnenuntergang

Pasó muy poco tiempo entre el "NO" rotundo y el "SI" desesperado (para ser más exactos, 37 segundos). Y cuando este último entró triunfal por la puerta del baño, se escabulló contra una pared manchada con vómito y abrió ese efímero papelito, su recatada apariencia se tornó en la de un loco enfermo, desesperado. Su nariz se hundió en la humedad del polvillo (de a ratos beige, de a ratos fluorescente). Pero no pasó nada. Ni exaltación, ni mareos, ni nada. Todo seguía igual. Las mujeres lucían igual de imperceptibles. La música no era nada fuera de lo habitual, solo un sónido repitiendose una y otra vez. Momento, algo sucede. Su nariz se agita, se exalta, se marea. Al medio. Las mujeres desfilan en un sin fin de hermosura, derramando sus brillos interiores en una habitación donde predomina la alegría, la buena onda, y la droga. Ketamina. Y bailan, y se mueven al compás de ese ritmo pegadizo. Cambien el escenario. La manada se mueve. Esos cuatro no son nada en comparación con los otros miles de millones. Más gente, más música, más alcohol. Menos droga. Una relajación completa se sucede en su organismo. De pies a cerebro. Y el mareo se hace irresistible. "Aire, aire" grita un hombrecillo dentro suyo. La tolerancia al encierro llega al límite. Su secuaz lo acompaña indefectiblemente. Ambos lo necesitan. Un descanso. Pero el extasís mental no acaba jamás. Lo que hubieran dado por un Calvin Klein. O no?