
Y así como el caballo blanco (o la ballena blanca, Moby Pene) se cubre con un manto de surrealismo no existencial y al tiempo (invento soberbio e idiota del ser humano) que recorre las praderas de la sabiduría uniforme, yo despliego mi nariz alada sobre la mesa, polvorosa, somnífera en su alter ego, y magnífica, blanca, nieve, luz.
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