Drogaos, hermanos mios, con mi sangre
que recorre un laberinto asfaltados de puritanismo e ignorancia mental;
bebed mi fluido rubí, y embriagense. Deshiniban su eterno corazón marchitado.
Recuerden las flores, y el sol, sabio. Y al hombre que huye temeroso, y su perseguidor, eufórico, qué es el miedo (y mucho más). Lo persigue día y noche, no descansa. Su cometido es volverlo infeliz. Pero el callejón del amor no está muy lejos, y te encontraré a ti, y tus pelos se desnudaran, y tus ojos gritaran sino de emoción. La paz está llegando, pero el tren se atrasó dos minutos. Lástima, hoy no es un día de esos. Sólo se que estás tu, y tus cálidas sensaciones vibran en mí como el aturdidor sonido de una manada de rinocerontes rabiosos y vivos. Sobre todo vivos. Como yo, y como tu (ella).
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